Votar a los 16: democracia para la juventud, poder para el presente

En Jóvenes de Izquierda Unida llevamos más de 25 años defendiendo una idea sencilla pero poderosa: ampliar el derecho al voto es ampliar la democracia. No es una moda ni una ocurrencia: es una demanda histórica del movimiento obrero, de la izquierda y de quienes creemos en una sociedad más justa, más inclusiva y más participativa. Por eso, hemos impulsado activamente la propuesta de reconocer el derecho al voto desde los 16 años, como ya hacen muchos países de nuestro entorno.

Queremos abrir un debate político de fondo, no sobre edades, sino sobre a quién se le reconoce el derecho a decidir y a quién se le niega.

Las jóvenes trabajadoras, migrantes, estudiantes, precarias, organizadas en sus barrios y centros de estudio, ya participan en la vida pública, ya construyen alternativas, ya pelean por sus derechos. Pero siguen sin poder votar.

¿Qué clase de democracia excluye a más de un millón de personas del derecho a decidir sobre su propio futuro?

Estamos en un momento político clave: la reacción avanza, la juventud sufre exclusión y precariedad, y la desafección crece. La solución no es cerrarnos, sino ensanchar los márgenes de la democracia, confiar en la participación de una generación que lucha, se informa, se organiza y se moviliza por la justicia climática, los derechos sociales y la igualdad.

Desde Jóvenes IU no solo defendemos esta medida: la hemos trabajado con rigor, con participación, con escucha, y con miles de jóvenes de todo el país. Porque no queremos una democracia envejecida y elitista. Queremos una democracia viva y presente.

Votar a los 16 no es una concesión. Es justicia. Es democracia. Es poder popular.


¿Quiénes se beneficiarían de ampliar el voto?

Ampliar el derecho al voto a partir de los 16 años beneficiaría, en primer lugar, a más de un millón de jóvenes que hoy viven en el Estado español pero que no tienen un cauce de participación directo. Jóvenes que estudian, trabajan, cuidan, se movilizan y organizan, pero que siguen excluidas de las urnas.

En las últimas décadas, la juventud ha perdido peso electoral de forma drástica: en los años 90 había cerca de 9 millones de personas menores de 30 años con derecho a voto. Hoy apenas llegan a 5,8 millones, lo que supone solo un 22 % del electorado. Si miramos la “tasa de juventud” oficial (15-34 años), el descenso es aún más llamativo: del 24,3 % de la población en 1984 al 15,9 % en 2023. Esta infrarrepresentación tiene consecuencias: las agendas políticas se centran en quienes votan, y los intereses de la juventud quedan sistemáticamente relegados. Cuanto menos se vota, menos se cuenta. Y si no votas, no cuentas.


Evolución de la población juvenil en España (1983-2023)
Fuente: Informe de la Juventud de España 2024 (2025) a partir de la Estadística continua de población (INE, 2024b). Los datos se corresponden a la población a 1 de enero del año anotado.
P.p.: Puntos porcentuales.

La ampliación del voto corrige un desequilibrio democrático cada vez más grave: una democracia envejecida en la que las decisiones estructurales —sobre vivienda, trabajo, clima, educación o derechos digitales— se toman sin tener en cuenta a las generaciones más jóvenes.

Permitir el voto desde los 16 no solo fortalece la igualdad política, también revitaliza el sistema democrático. Estudios internacionales demuestran que cuando se permite votar desde edades más tempranas, la participación política aumenta, se consolidan los hábitos democráticos y se genera una ciudadanía más implicada a lo largo de la vida. Además, abre la posibilidad de un primer contacto con el voto en un entorno educativo y familiar todavía estable, lo que refuerza el aprendizaje cívico.

Esta medida no es solo una mejora técnica, es una apuesta clara por una democracia más inclusiva y justa, donde las decisiones no se tomen solo pensando en el presente de unos pocos, sino en el futuro de todas. Porque si la juventud vive, trabaja y lucha en este país, también debe poder decidir sobre él.

Garantizar, además, otros mecanismos permanentes de participación —presupuestos juveniles, consejos locales, consultas digitales— es el antídoto para romper la desafección y frenar la polarización.

🌍 ¿Qué otros países ya tienen implantado el voto a los 16?

  • Austria: Desde 2007. Fue pionera en Europa. Aplica a todas las elecciones.
  • Alemania: Voto a los 16 en elecciones locales y regionales en varios estados (Länder). Desde 2023, también en elecciones europeas.
  • Argentina: Desde 2012, el voto es voluntario a partir de los 16 años.
  • Bélgica: Desde 2023 se permite votar a partir de los 16 años en elecciones al Parlamento Europeo.
  • Brasil: Desde 1988, el voto es voluntario entre los 16 y 18 años.
  • Cuba: Derecho al voto desde los 16 años en todas las elecciones.
  • Ecuador: Voto voluntario desde los 16 años, obligatorio a partir de los 18.
  • Escocia (Reino Unido): Desde 2015, voto a los 16 en elecciones locales y autonómicas.
  • Estonia: Voto a los 16 en elecciones locales (desde 2017).
  • Gales (Reino Unido): Desde 2020, voto a los 16 en elecciones autonómicas y municipales.
  • Grecia: Desde 2016, el voto es a partir de los 17 años.
  • Malta: Desde 2018. Para todas las elecciones, incluidas nacionales y locales.
  • Eslovenia y Noruega: Han hecho pruebas piloto en algunas elecciones locales.
  • Nicaragua: Voto a partir de los 16 años.
  • Suiza: Algunos cantones permiten el voto desde los 16 en elecciones locales.
  • Nueva Zelanda: En proceso. El Tribunal Supremo falló en 2022 que la edad mínima de 18 años es discriminatoria; hay presión para bajarla a 16.

“¿Y si votan a la derecha?”: una trampa argumental

Algunos temen que esta medida sea “tirar piedras contra nuestro propio tejado”, en caso de que parte de la juventud se incline hacia opciones reaccionarias. Pero los derechos no se condicionan a los resultados electorales.

Ese fue el mismo argumento que se utilizó para impedir el voto femenino en los años 30: “las mujeres votarán lo que digan los curas”. No se puede repetir ese error. Si parte de la juventud se acerca a discursos de extrema derecha, la responsabilidad es nuestra, de quienes no hemos sabido generar propuestas atractivas y útiles desde la izquierda. La solución nunca puede ser privar de derechos a toda una generación.

Pero sobre todo, se trata de una cuestión de justicia democrática: la juventud es un sujeto político de primer orden. Lo ha sido históricamente en nuestro país y en el mundo. Han estado en primera línea en luchas sociales y transformaciones clave, y lo siguen estando. Negarles el derecho al voto no solo es injusto, sino que es un obstáculo para canalizar democráticamente su impulso transformador.

La juventud sí está preparada

La madurez política no depende de la edad. De hecho, diversos estudios señalan que los grupos de mayor edad son quienes más comparten bulos en redes privadas, mientras que la población joven navega y contrasta más fuentes digitales. La clave es la educación mediática, no el año de nacimiento. Y a los 16 ya se puede trabajar, cotizar, emanciparse, pagar impuestos o asumir responsabilidades familiares: ¿por qué no votar?

«¡Pero si sus canales de información son Jordi Wild o ElXokas!»

Pero igualmente, desde la tradición política de la izquierda defendemos la universalidad del derecho al voto porque es una conquista democrática irrenunciable y una expresión concreta del principio de igualdad política. A diferencia de las posiciones elitistas o tecnocráticas que consideran que solo deben decidir «los más preparados», la izquierda parte de una idea radicalmente distinta: todas las personas, por el hecho de vivir en sociedad y verse afectadas por las decisiones políticas, deben tener derecho a participar en ellas. La democracia es el poder del pueblo, no de una élite «preparada»

El derecho no se restringe por ideología. La universalidad del voto no se mide en función de lo que alguien pueda votar.

Tampoco nos planteamos conceder derechos por utilidad política. Restringir el derecho al voto por temor al «resultado» es profundamente antidemocrático. La izquierda no puede caer en el error de pensar el voto como una herramienta que solo sirve si le es favorable. Los derechos se defienden en su universalidad, incluso cuando no garantizan un resultado inmediato.

Cada conquista de voto fue resistida con los mismos argumentos. El sufragio femenino, el voto obrero, el voto universal… siempre fueron cuestionados con argumentos elitistas y paternalistas: «no están preparados», «son manipulables», «votarán mal». Defender el voto a los 16 es estar a la altura de las luchas democráticas del pasado.

La juventud ya participa, pero sin voz institucional

Uno de los argumentos más sólidos para esta propuesta es la desafección política que se detecta entre la juventud. No porque no les interese la política —al contrario, están movilizadas en temas como el clima, la vivienda, los derechos sociales o la educación—, sino porque se sienten fuera de la toma de decisiones. No pueden votar, pero las políticas públicas les afectan directamente.

Contamos con estudios que muestran que quienes comienzan a votar antes de los 18 tienden a mantener el hábito electoral a lo largo de su vida. Es decir: el voto a los 16 no solo mejora la participación juvenil, sino que refuerza la calidad democrática a largo plazo. Además, la socialización política que se da a esa edad —en el instituto, con la familia, en el barrio— asegura un acompañamiento formativo que reduce la vulnerabilidad a la desinformación.

¿Quién respalda esta medida?

  • El Consejo de Europa y el Parlamento Europeo han recomendado a los Estados estudiar el voto a los 16 como vía para combatir el desapego democrático.
  • El Consejo de la Juventud de España y decenas de organizaciones estudiantiles y juveniles la reclaman desde hace años.

Para Izquierda Unida es un compromiso programático desde 1999: no es una ocurrencia, es coherencia histórica.


En conclusión

No hay democracia real si excluye a quienes viven, trabajan, cuidan, estudian y luchan por transformar su sociedad. Y hoy, más de un millón de jóvenes en el Estado español no pueden votar.

Votar a los 16 no es un capricho, ni una cesión, ni una estrategia electoral. Es una ampliación de derechos.
Es justicia democrática. Es una forma de confiar en quienes ya están cambiando las cosas desde abajo.

La juventud es presente y es sujeto político. Es poder popular.

👆 Intervención de nuestro compañero Victor Reloba como vicepresidente del Consejo de la Juventud de España en 2016.

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